viernes, abril 26, 2024

“Receta fácil”: crece la venta de psicofármacos en el país y conseguirlos es sencillo

Advierten que son prescriptos no sólo por psiquiátras, sino también por médicos de otras especialidades. Y crece el mercado ilegal. La opinión de expertos.

En los últimos años el consumo de ansiolíticos ha subido notoriamente en la Argentina. Pastillas para dormir, para superar traumas, para controlar ansiedades, ataques de pánico y para maquillar tristezas.

Hoy unos 9 millones de argentinos consumen psicofármacos (clonazepam, alprazolam, lorazepam y diazepam), según cifras del sector. Lo hacen con la ilusión de combatir la depresión, la ansiedad y la angustia, temidos cucos de este siglo XXI. Los compran vía receta archivada, como corresponde, pero también está el mercado negro, que estiman en un 15 por ciento y en el que su caballito de batalla es Internet. Pero también los venden algunos kioscos, supermercados chinos y ferias.

Días atrás, en Mercado Libre un usuario ofrecía: “Vendo pastillas de Alplax tras fin de tratamiento”, que terminó siendo borrado por quien controla lo que se publica. Y un consumidor de clonazepam admitió a Clarín haber comprado “varias veces” por Amazon.

Según el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (SAFYB), el consumo de psicofármacos subió el 40 por ciento desde 2013 hasta la actualidad. Hace cinco años se compraban 89 millones de unidades y este año rondará los 130 millones. A la vez, desde la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) aseguran que en el último lustro hubo una suba, pero del 10%, y se calcula que en 2018 la venta trepará a 40 millones.

Las diferencias radican en que COFA sólo abarca farmacias a nivel nacional, mientras que SAFYB cubre obras sociales, laboratorios, clínicas privadas, hospitales, licitación directa y, además, hace un cálculo del ascendente tráfico en Internet, un segmento cada vez más insondable.

“El aumento del comercio ilegal, en espacios donde no hay control, se debe a los altos costos de los medicamentos en las farmacias. Se recurre cada vez más a Internet, a la venta callejera, sin medir los riesgos”, afirma Marcelo Peretta, titular de SAFYB, que no duda: “El argentino es muy pastillero, sin importarle el riesgo”.

La ANMAT tiene en la mira la venta ilegal de fármacos. “La creciente oferta de medicamentos por Internet preocupa a las autoridades sanitarias de todo el mundo debido a que, en esas circunstancias, no puede garantizarse debidamente la calidad de los productos”, advirtió la entidad.

Pero, ¿cómo funciona en Internet? “Por ejemplo googleás Rivotril y aparecen como veinte páginas que lo ofrecen. Comprás con la tarjeta y un delivery te lo lleva a tu casa como si fuera una grande de muzzarella”, revela Peretta.

Según los médicos y psiquiatras con los que se contactó Clarín, la mira está puesta -como sea- en la píldora salvadora, lo que expone crudamente la complejidad de una época, muy cuesta arriba laboral y económicamente. “Pertenecemos a una sociedad de ansiosos y preocupados. Hay una sensación de frustración muy fuerte en nuestra gente”, es el pensamiento general.

Para la psiquiatra María Teresa Calabrese “estamos inmersos en una cultura que quiere la solución inmediata de los problemas. Y lo que noto con preocupación en estos últimos años es que se medicalizan los sentimientos. ¿Cómo? Que la gente quiere un calmante rápido y no averiguar por qué está triste”.

El médico José Eduardo Tesone también cuestiona el uso masivo de psicofármacos como respuesta a un pedido de solución milagrosa. “La persona no busca más solucionar sus conflictos, sino suprimir los síntomas, y el médico actúa de espejo ante el requerimiento del paciente. ¿Por qué? Por una cuestión de facilismo, por no querer perder el tiempo”. Docente de la Universidad París XII, Tesone sostiene que “la angustia es el malestar que psiquiatras y psicólogos tratamos por excelencia. Pero a la angustia hay que elaborarla y desmenuzarla para ir al hueso; sin embargo, la mayoría de pacientes y médicos prefieren no perder tiempo. Si yo prescribo un ansiolítico, estaría jugando al avestruz con el paciente, minimizando el trabajo de averiguar cuál es la problemática de fondo”.

Calabrese y Tesone observan que muchos psiquiatras, pero también médicos clínicos y traumatólogos “prescriben con facilidad psicofármacos para calmar la demanda, pero hay pocos realmente formados. Los recién recibidos piensan que están en condiciones de atender y medicar, y no es así. Es una profesión que necesita mucha capacitación porque está comprometida la salud mental”. Avala la psiquiatra Elsa Wolfberg, que acota: “Sólo el 5% de las indicaciones de psicofármacos las hacen los psiquiatras. El resto surge de clínicos, traumatólogos y ginecólogos y, también, muchos pacientes se automedican”.

residente de la Asociación de Psiquiatras de Argentina, a Juan Cristóbal Tenconi no le extraña el elevado consumo de ansiolíticos. “Se los toma como si fueran caramelitos y esto tiene que ver con una cierta naturalización y facilitación. O un amigo que consigue la receta o el farmacéutico que hace el favor, o hasta el clínico que te allana el camino. Acá te dicen medio en broma medio en serio clavate un rivo y listo. No es joda”.

Tenconi es de los que busca sonsacarle al paciente los motivos de su malestar, angustia o insomnio. “Pero sucede que a muchos les molesta indagar, porque lleva tiempo y dedicación, por lo que piden directamente la medicación. Ahí es cuando el profesional debe mantenerse fuerte”.

Asiente Tesone, que redobla la apuesta: “Muchos pacientes no desean rever sus vidas y sus relaciones, porque quizás, verse las caras con esos vínculos pueden provocarles temor y angustia. Entonces piden psicofármacos para decapitar el síntoma, sin saber realmente si es la mejor opción”.

 

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