Como la temperatura no descendía de los 40°, fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos del Hospital Mölndal. Fue allí donde recuperó un poco el sentido y comenzó a observar el lugar en el que estaba, pero al analizar el panorama sólo sumó preocupación a su mente: “Miré a la derecha, donde la gente usaba respiradores. Miré a la izquierda; lo mismo. Fue entonces cuando entré el pánico. Por lo general, nunca tengo miedo de nada, pero esa sensación cuando entré por la puerta y vi a todas estas personas, médicos y enfermeras, es lo más aterrador que he experimentado en toda mi vida”.

Unos minutos antes de que lo anestesiaran, sucedió algo que describió como un milagro: el pulso se estabilizó y la fiebre bajó. Sin embargo, se topó con un problema que jamás imaginó que sufriría: “Me dieron pastillas para dormir pero no funcionaron. Cada vez que cerraba los ojos me sentía dormido, pero el problema era que cada vez que me dormía dejaba de respirar. No sabía si podía respirar con la boca o la nariz. Y luego tuve un ataque de tos que me hizo despertar de inmediato. Continuaba todo el tiempo. Al final no me atreví a dormir. Me quedé inmóvil solo para mantenerme despierto”. Fueron tres días los que estuvo sin dormir.

Actualmente Mustafa sigue internado, pero su situación ya no es tan grave, aunque sigue con respirador. Es así que pudo brindar esta entrevista en la que aprovechó para agradecer el trabajo de los especialistas, quienes no sólo le salvaron la vida, sino que también lo apoyaron psicológicamente.